Es emocionante, al menos así lo creo, tener nuevas
experiencias. Antes de aquel día, jamás había visitado un volcán; todo de aquel
lugar me impresionó: su inmensidad, naturaleza, armonía, el frío y la calidez
al mismo tiempo.
Lo más impresionante, fue que al caminar sobre la
arena y a pesar del frio, se sentía caliente debido al magma, que corría bajo
la tierra. El simple hecho de pensar que caminaba sobre aquel elemento me dejó
sorprendida.
La naturaleza funciona de manera misteriosa y casi
perfecta. Siento que ella sabe lo que hace y cómo lo hace. En el volcán se combinan, frío y calor,
agua y fuego.
La brisa recorrió mi cuerpo, me despeinó y me
provocó varios escalofríos. La altura del lugar impedía la buena respiración,
causó cansancio. El sol al menos me calentó.
El color agua-marino de la laguna, el amarillo, rojo
y diferentes tonos de verde de la vegetación, hojas secas y algunas quemadas,
las texturas y tonalidades percibidos por mis ojos y capturados con la cámara,
constituían un entorno extraordinario. Al mismo tiempo, me sentí insignificante
ante lo inmenso del lugar.
El asombró que me causó la inmensidad del volcán y
la perfección de la naturaleza, logré percibirla con mayor ameno. Fue de las
mejores experiencias que tuve.